Pablo y Tina se habían mudado a una casucha ubicada en los improvisados barrios marginales, al costado de la ruta que los separaba visiblemente de la gran ciudad, con sus magnificos modernos rascacielos recién construídos durante el boom de constructión en la euforia edilicia que había invadido al mundo entero en los últimos años que ahora, sin razón aparente, se había paralizado, dejado edificios a medio construir y muchos de los terminados casi vacíos.
La desición surgió de repente como todos esos cambios bruscos en sus vidas que parecían ser inevitables y con los que se dejaban llevar sin resistensia y casi con alibio, pero con una agria sensación de que podría haber sido mejor, de que como no habían logrado algo mejor, de que porqué ellos. Pero cuando ambos, ya sin trabajo, habían agotado toda posibidad de vivir desentemente y tuvieron que abandonar el departamento que rentaban desde hacía casi diez años. Tina seguía cosiendo, pero sus clientas regulares, las que le habían llevado su ropa para reparar, esas que ella lograba modificar una y otra vez, hasta quizás tres o cuatro transformaciones según pasaba la moda o se iban desgastando el los lugares comunes. Era un ingreso seguro para Tina que ya no tendría, ya sus clientas no la visitarían de este lado de la ruta, en el barrio marginal. Tina sabía que mudarse a ese lugar sería no volver jamás a una vida normal. No había retorno. Ya no tendría más clientes que necesitaran su creatividad y maña para lograr esos nuevos modelitos con ropa vieja y surcida; en este lugar, ella ya había visto, todas se vestían con lo que le regalaban o encontraban en la basura, no había ninguna necesidad de vestir mejor ni de prosperar para nadie, nadie tenía un centavo para pagar a una surcidora y mucho menos a una modista, y la mayoría hasta rara vez se bañaba. Asi que Tina ahora deberia arreglárselas como las demás, buscando en la basura de la ciudad, no solo para vestirse, sino también para sobrevivir.
La casucha que encontraron, estaba hecha con pedazos de lo que alguna vez había pertenecido a un vagón de ferrocarril, con parches para unir lo que habia sobrevivido a un incendio. No estaba ni siquiera pintada, solo parchada para proteger a sus habitantes de la intemperie. Pablo hizo lo que pudo cuando sus contactos le avisaron que una casucha estaba disponible desde que habían matado a unos ilegales que tuvieron problemas con traficantes de drogas, un trabajo muy mal hecho y por el que les habían hecho pagar muy caro. Estuvo abandonada por más de veinticuatro horas, asique era ahora o nunca le dijeron, esos lugares se ocupan enseguida cuando los desesperados se enteran, y el estaba desesperado. Le dijo a Tina que ese era el momento de abandonar el departamento; nunca lograrían ponerse al dia con meses de renta atrasada y no podían desaprovechar esta oportunidad.
No había mucho que empacar, porque la casucha era como la décima parte en tamaño de departamento que ocupaban, asi que lo que no se podía llevar se vendía por lo poco que le podrían dar, se regalaba a los pocos amigos que le quedaban o se abandonaba el ese departamento en el que habían amontonado casi diez años de historia y recuerdos viviendo juntos.
Tina llegó a darse cuenta, mucho después, que en ese corre corre de salir apurados para que los dueños no supieran a dónde se iban, habían olvidado las fotos de casamiento en el último cajón de una cómoda vieja a la que no tuvo tiempo de revisar; recordaba que la humedad había ensanchado los cajones y que casi fue imposible abrirlos la última vez que las vió, hacía un par de años. Pero ya era muy tarde; parte de su historia juntos se había perdido en ese departamento para siempre, como así también la esperanza de volver a vivir decentemente. Ella estaba segura que a partir de ese momento no se podría volver para atrás.Pablo, por lo contrario, no había perdido las esperanzas de que los malos tiempos que les estaba tocando vivir pasarían pronto. El había visto como unos cuantos de sus amigotes, con los contactos necesarios, habían sabido como desempeñarse en medios ilegales pero bien remunerados y estaba dispuesto a todo para volver a resurgir y salir de la espantoza pobreza en la que había caído desde que lo despidieran de la fábrica de calzados años atrás más recientemente, con el corte de horas de trabajo en la distribuidora de leche pasteurizada que se iría a la bancarrota de un momento a otro. Fué entonces, y en ese mismo lugar, donde hizo los contactos que lo ayudarían a encontrar la casucha justo a tiempo y un trabajito para un tipo que ni conocía, pero que le ayudaría a llegar a fin de mes con casa y comida; a pesar de todo, se sentía de suerte.
“Lo importante” - le habían dicho sus amigotes, era - “hacer el trabajo que le pidieran ligero, limpio y mantenerse callado; nunca preguntar ni por qué, ni para qué, que cuando menos pregunta, Dios perdona” -
Lo primero que debería hacer era, dentro de la misma fábrica para la que había logrado trabajar un par de horas aquí y un par de horas allá, desarmar, envalar y mudar unas máquinas empacadoras y casi cincuenta computadoras nuevas que la empresa había adquirido, nadie sabía por qué, en el medio de la crisis y que se decía todavía se debían. Llevaría todo a un depósito detrás de esa casa de familia donde ya había llevado algunos muebles y muchas otras cajas anteriormente. Esa casa parecía cerrada, como abadonada también, pero él sabía mejor. Sabía que cada vez que hiba había alguien espiándolo desde adentro, siguiendo cada paso que daba, viendo como se desenvolvía en la tarea que le habían encargado. Y Pablo se desenvolvió muy bien. Todo fué sacado de la fábrica de noche, como le habían pedido, antes que unos compradores, una vieja rica y el que parecía su amante fueran a visitarla y decidieran comprar lo que quedaba de la desvalijada fábrica, que por lo que él había visto, después de sacar todas las máquinas nuevas, no era más que un edificio viejo y un montón de equipo obsoleto e inservible.
Pero a Pablo no le importaba; lo único que él quería en ese momento era recibir el pago cuando la vieja y el tipo ese se fueran, asi como se lo habían prometido, si todo salía bien, y largarse del lugar para conseguir la siguiente changa o curro como le decían sus amigotes a estas oportunidades únicas que salían así de repente, cuando el fraude, la corrupción o el robo a lo grande necesitara de una mano especializada como la suya para hacer el movimiento, una ayuda que él sabria brindar y callar.
Antes de media mañana, ya esa gente se había ido, pero no fué hasta casi antes de las siete de la tarde, antes de cerrar las puertas definitivamente, en que finalmente lo llamaron a él y le dieron solo parte de lo prometido. Parte porque su misión no había concluído ahí, no había terminado la transacción le dijeron, y el nuevo jefe quería asegurarse que él no se iría y dejara el trabajo a medias antes de cerrar la operación que, se enteraba ahora, consistía también en la venta del equipo escondido a otra compañía. Pero eso se llevaría a cabo durante la semana, ahora era muy tarde y ellos debían irse a cumplir con ese otro cliente, así lo había mandado el jefe.
Sorprendido ante cuanto este nuevo jefe esperaba de él, pregunto, como algo que creía natural - “ Y quién es este nuevo jefe” - Pero ninguno pareció escuchar la pregunta y sus amigotes saludaron de forma un poco extraña, se fueron acercando a la salida y entre dientes uno le preguntaró - “ Haz entendido que en este negocio no hay que hacer preguntas, verdad? “ - El hizo señas que sí con la cabeza antes de que cabiera alguna duda. Y mirando de costado para saber que Pablo los seguía, fueron saliendo del lugar.
- “Me pasan a buscar mañana? ” - preguntó Pablo.
- “Tu estate listo que te avisamos. Y recuerda: De esto ni una sola palabra a nadie, y mucho menos a Tina.
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