Saturday, October 15, 2011

MAQUILLAJE DEL CORAZON - CAPITULO SIETE



Raúl manejó hasta la universidad mientra Doña Erlinda discutía con Camila, cuando esta se decidió finalmente a atender el bendito teléfono, después de incontables llamadas. No había quien le sacara de la cabeza a la mujer que ella misma debía ir a buscar a su hija a la salida de la universidad en momentos como este.
Camila, por su parte, se sentía abandonada por el que había llegado a ser casi su confidente, siempre interesado en lo que ella tenía para decir, especialmente cuando hablaba de los probremas con su madre y la empresa a la estaba ligada por derecho familiar desde su nacimiento. Qué haría ahora que Francisco estaba muerto. Estaba llorando? Su madre creía que su hija se puso a llorar cuando se enteró, aunque Camila lo negaba. Estaba triste por lo que le había pasado al chofer, era un ser humano después de todo, una persona que les había servido honestamente durante todo este tiempo. Y mientras su madre seguia hablando y diciéndole que la iban a buscar, es ese momento, ella pensaba en sus confidencias, muertas con Francisco; a quién podría confiarle nada ahora? Sus amigas de la universidad estaban en otra cosa, tan chiquilinas todavía, no entendía porqué se negaban a crecer, siempre riéndose por pavadas, o fumando marihuana en el patio de atrás del laboratorio cuando no las veía nadie y entonces, reírse de pavadas nuevamente, pero más eufóricamEnte. Con Francisco había podido hablar con confianza. Ella sabía que él no era de esos de traer y llevar chismes, solo escuchaba, la única persona que parecía escuchar y de verdad oír lo que ella tenía para contar; porque su familia, especialemente su madre, se hacían los que escuchaban, pero la mayoría de la veces no oían nada. A esto se agregaba que su madre padecía de “attention deficit disorder” y por más que ella tratara, no había forma de que la escuchara por una frase entera, siempre terminaba interrumpiéndola con algo que la misma conversación revivía de su subconciente y a su entender era más importante que lo que tenía que decirle su hija. Los dos noviecitos que tuvo, esos infelices que jugaron el papel de inteligentes, intelectuales de cartón y que les habían resultado interesante al principio, no le duraron nada. Menos mal. De todos modos su madre jamás los habría aceptado y ella en realidad  necesitaba a alguien más maduro, alguien con el que pudiese hablar de amigo a amigo. Ella quería un hombre de verdad, no uno de esos muchachitos inmaduros; alguien que además de apreciar su admirable belleza de modelo de pasarela, apreciara su inteligencia, porque ella sí era inteligente.
Camila, de verdad, tenía las dos cosas: inteligencia y lo más destacable a primera vista, una increíble belleza, como lo comprobaría Raúl cuando finalmente llegaron a la universidad y ella a duras penas entró en el auto que a Raúl le habían forzado a conducir. Se miraron a los ojos solo cuando Doña Erlinda los presentó, y eso fué suficiente. El se deshizo para saludarla con elogios, después de una pausa claro, una inexplicable pausa que hizo al principio, cuando no le salían las palabras y se quedó nadando en sus ojos por unos segundos.
Camila tenía ese pelo castaño brilloso arreglado y listo para ir a su clase de ballet, la piel de una pieza de porcelana y esos ojos transparentes que Raúl creyó penetrar por unos instantes. Ahí. Ahí fué donde él se había perdido; el muy estúpido casi no pudo hablar. Que le había pasado. No se reconocía a sí mismo por actuar como un idiota. Esa hermosa joven lo había dejado sin palabras por un momento por primera vez en su vida. Ese cuerpo de mujer con cara de angel, casi todavía una niña. Y esto lo hizo sentir aturdido a Raúl por un momento. Ella, apenas una señal de reconocimiento con su cabeza, ojos brillantes como que había llorado también. Habría llorado por la muerte del chofer? Ni siquiera se sacó los audífonos para escuchar todos los elogios de Raúl al conocerla y admitir que era mucho mas bella en persona. Lo había escuchado? Volvió su mirada a la pantallita de su I-Pod. Y la madre, mientras tanto seguía hablando. De qué hablaba? De Francisco? De ella? De la chica? De la fábrica? Del contrato que acababan de firmar? Como podía tocar tantos temas en una misma frase? Raúl no la entendía, no se podía concentrar en lo que la mujer estaba diciendo. Seguía distrayéndose mirando a Camila por el espejo retrovisor: hermosa, mucho más hermosa que esas imágenes estampadas en cajas, pomos y frascos que tuvo que estudiar para la presentación que le había hecho ganarse el puesto esa mañana. 
Y Camila le regresó la mirada. La primera vez casi se lleva una luz roja por distraerse y ella se dió cuenta y no pudo contener una sonrida que le iluminó el rostro todavía más.
Su madre seguía hablando. Cómo era que no podía parar de hablar, pasara lo que pasara a su alrededor. Pero no importaba y hasta era mejor. Camila podía entonces mirar y coquetear todo lo que quisiera con el hombre que manejaba el auto de su madre a pedido de ella misma sin ser sorprendida en su comportamiento. Pero dónde había conseguido su madre tremendo ejemplar? Era que la vieja estaba empezando a mirar a otros hombres ahora olvidándose de serle fiel a su padre como aparentemente lo había sido durante todos estos años? Sería este un amante de mamá? 
Sus miradas se cruzaron como una docena de veces por el espejo retrovisor. O él la miraba a ella o ella lo miraba a él, pero al final los dos se estaban mirando y no paraban. Como conociéndose con solo mirarse y con la charla de la madre como banda de sonido de  fondo. 
Raúl comenzó a sudar levemente. La belleza de Camila había logrado ponerlo nervioso justo en el mismo momento en que Doña Erlinda decía “ - Va a tener que hacerme este favor por unos días, hasta que contrate un nuevo chofer” - Encantado de la vida, quizo contestar Raúl, pero prefirió ser mucho más ceremonioso y profesional “ - Como usted mande, señora” - Y Doña Erlina quedó satisfecha con la respuesta y con el hecho de que Camila ni siquiera protestó su desición de mandarle a su nuevo empleado para que la recogiera a la salida de la universidad de ahora en adelante. No tan satisfecha, de todos modos, como Camila que creyó incendiarse pensando en todas esas tardes en las que se encontraría  a solas con este tipazo en el auto de su madre. Y comenzó a alucinarse cosas extrañas. De repente se imaginó desnuda a su lado; tanto la sorprendió su propia visión que se tragó su goma de mascar y comenzó a toser, poniéndose todavía más colorada. Pero para su alivio, ya habían llegado a su casa. Una mansión, pensó Raúl cuando decidió no contarle a su esposa esta parte de su nuevo trabajo. Era una lástima que no se lo contara, ella hubiera disfrutado muchísimo que le describiera el lujo de ese lugar.
Camila, todavía tosiendo, salió corriendo del auto. “ - Dile a Ramona que volvemos a eso de las ocho para cenar!” - Le gritó Doña Erlinda desde su asiento dentro del auto. “ - Ni modo. Será mejor que yo la llame. Se pone eso aparatos en los oídos y no escucha nada” - 
Raúl sonrió. Un poco por el comentario, para satisfacer a  Doña Erlinda, otro poco porque se sentía exitado de haber conocido a la modelo de las cajitas, la misma que ´l tanto había estudiado antes de su entrevista de hoy, y sin darse cuenta, había comenzado a subirle un calor inexplicable desde debajo del vientre y entendió por fin el porqué había comenzado a sudar. Y en su recorrido de regreso a la empresa, mientras Doña Eerlina continuaba hablando sin parar vaya uno a saber de que, él también llegó a imaginarse a Camila  desnuda a su lado, no dentro del auto, pero muy cerca de él.

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